miércoles, 4 de marzo de 2015

Oigo música

Escucho los primeros acordes, de algunas de mis canciones favoritas, y algo dentro de mí, algo que hasta ese momento, permanecía dormido, se despierta .Siento como si volara. Mi cuerpo se estremece.
Nadie  lo diría mirándome, pero tengo hasta el último nervio en  tensión, llevo la música en la sangre.
La música me acompaña desde que tengo uso de razón.
Tengo que recordar, cómo empezó todo. Esperad que piense. Ya me acuerdo, la música llegó a mi vida a través de mi madre, y a través de su enorme fascinación, por el cine y los musicales. El primero fue… Sonrisas y lágrimas, si, ese fue el primero. Aún hoy lo recuerdo, y sin querer esbozo una sonrisa. Fue en el cine Echegaray.
Si cierro los ojos, puedo ver a Julie Andrews, cantando “el sonido de la música”, mientras recorre las montañas de Salzburgo.
“Gotas de lluvia y pequeños gatitos, cazos de cobre y guantes bonitos. Sobres atados con un cordel gris, son cosas simples que me hacen feliz”
La música, ha marcado mis momentos más felices, pero también los más oscuros y tristes. Asocio muchas canciones, a momentos de mi vida. Esos acordes, me trasladan a instantes pasados, algunos me llenan de alegría, pero otros quisiera olvidarlos. La música son recuerdos, son momentos, vivencias. La canción que sonaba cuando nos casamos, el estribillo que repetía una y otra vez mi Sofía, cuando aún, no levantaba dos palmos del suelo.
La música ha formado y formará parte de mi vida, hoy y siempre.


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