Yo es que no sé como tenemos pellejo. Vengo indignada de la frutería, ¡pues no me han pedido casi 3 euros por un kilo de habichuelas!! Madre mía, donde vamos a ir a parar!
Ni que fuera caviar de beluga,
esto último, obviamente, es una exageración. Pero no puede hacer una, ni una sencilla berza, comida
sencilla donde las haya.
Ayer me sobró puchero y esta
mañana me levanto y pienso. Listo, ya tengo el menú del día. Puede servir de
plato único.
Ahora somos otra vez 5 para
comer, y algunos días tengo que hacer encaje de bolillos.
¡Ah, por cierto!, propósito para
el año que acaba de entrar, tengo que pasar todas las recetas de mi madre, a
papel. Parece mentira que después de tantos años, hay veces que la tengo que
llamar para preguntarle cómo se hace, esto, o aquello.
Bueno pues nada, no iba a pagar 3
euros por unas habichuelas que seguro que vienen de aquí al lado. Así que, “plan
b”, le echo arroz al caldo, y con el pollo del puchero, hago croquetas.
Croquetas, ¡umm!, me vuelven loca
las croquetas.
Sigo por supuesto, la receta de
mi madre, pero nunca me han salido tan buenas. Y la verdad no sé porque. Aunque
claro, la medida de mi madre son pizcas o a ojímetro. Que digo yo que es muy
relativo. ¿Cuánto es un ojímetro y medio?
Cuantas veces le habré preguntado
a mi madre, que cuanto es una pizca, y siempre me contesta lo mismo.
- Pues a ojo Susi, a ojo.
- Pues a ojo Susi, a ojo.
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