miércoles, 21 de enero de 2015

Mis hijos y yo

¿Cómo se puede empezar a hablar de unos hijos? Decir que voy a ser objetiva, sería faltar a la verdad. Son míos, los he parido yo, no hay nada comparable en el mundo. Aunque mi marido se enfada cuando lo digo, no se puede comparar ni con la relación de un padre con los mismos.
El haberlos tenido dentro, crea un vínculo inquebrantable aunque pasen los años, y aunque ya no sean tus niños pequeños.
Rodrigo y Fernando son mis hijos mayores, prácticamente iguales en aspecto, pero tan diferentes en todo lo demás. Apenas nacieron con minutos de diferencia, pero les separan más cosas de las que los unen.
Fernando no quiso estudiar. Su padre y yo quisimos darles a todos la oportunidad de que lo hicieran, pero él tuvo muy claro que no era los suyo, y así nos lo hizo saber. Lleva desde los 18 años trabajando. Primero en la construcción aquí en España y cuando la crisis nos tocó de lleno, y se quedó sin oportunidades, decidió emigrar al extranjero. Ha estado años intentando buscarse la vida en Múnich, con trabajos de esos que llaman mini Jobs. Tiene problemas con el alemán, nunca se le dieron bien los idiomas. Mientras no consiga hablar y escribir perfectamente el idioma no podrá aspirar a otro tipo de empleo.
Ahora lo tengo otra vez en casa, su padre y yo intentamos ayudarlo pagándole un curso de alemán, pero claro, ahora con la situación económica que tenemos, todos son gastos.
Estoy feliz de tenerlo otra vez conmigo. Lo pasé muy mal, cuando dijo que se marchaba fuera de España. Que injusto se ha vuelto todo. Chicos jóvenes que se ven obligados a emigrar para intentar tener un futuro. Hemos vuelto a lo de antes, a lo malo de lo de antes.
Rodrigo es muy parecido a mí, sino fuera porque es un hombre seríamos iguales. Tuvo claro desde siempre que quería estudiar. Hizo ingeniería técnica. Al principio, su futuro era prometedor. Estuvo trabajando unos años en una gran empresa, ganando un buen sueldo que le permitió entre otras cosas, comprarse un apartamento en pleno centro de Málaga, siempre fue su ilusión. Lo que ocurre es que, ya no le pagan lo mismo y ha tenido que alquilar el apartamento para poder pagar la hipoteca. No entera, los alquileres también han bajado, pero al menos una parte. Lo tengo en casa intentando recuperarse económicamente un poco. Rodrigo es un ser especial, aunque es mi hijo, creo que me queda mucho que aprender sobre él. Es muy reservado, y en ocasiones me es muy complicado llegar hasta él, aunque por supuesto lo sigo intentando.

Y que contar de Sofía. Solo tiene 21 años, una edad muy difícil, difícil para ella y sobre todo para la gente que la rodea.  Antes, todo era más sencillo, hasta hace no mucho éramos como dos buenas amigas. Hemos hablado sobre todo y de todos, nos hemos reído y llorado juntas y ahora no hacemos más que gritarnos. La encuentro perdida, y aunque creo que ella es consciente de esto, no quiere nuestra ayuda. Su círculo de amigas, tampoco ayudan demasiado, una de ellas, es una tal Rocío. De edad parecida a la de mi hija, no tiene ningún tipo de pretensión en la vida con lo que su influencia no será positiva para mi Sofía.  Quizás si intentara acercarme a esta chica,  consiguiera entender más a mi hija.  Ya veremos. 

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