¿Cómo se puede empezar a hablar
de unos hijos? Decir que voy a ser objetiva, sería faltar a la verdad. Son
míos, los he parido yo, no hay nada comparable en el mundo. Aunque mi marido se
enfada cuando lo digo, no se puede comparar ni con la relación de un padre con los
mismos.
El haberlos tenido dentro, crea
un vínculo inquebrantable aunque pasen los años, y aunque ya no sean tus niños
pequeños.
Rodrigo y Fernando son mis hijos
mayores, prácticamente iguales en aspecto, pero tan diferentes en todo lo demás.
Apenas nacieron con minutos de diferencia, pero les separan más cosas de las
que los unen.
Fernando no quiso estudiar. Su
padre y yo quisimos darles a todos la oportunidad de que lo hicieran, pero él
tuvo muy claro que no era los suyo, y así nos lo hizo saber. Lleva desde los 18
años trabajando. Primero en la construcción aquí en España y cuando la crisis
nos tocó de lleno, y se quedó sin oportunidades, decidió emigrar al extranjero.
Ha estado años intentando buscarse la vida en Múnich, con trabajos de esos que
llaman mini Jobs. Tiene problemas con el alemán, nunca se le dieron bien los
idiomas. Mientras no consiga hablar y escribir perfectamente el idioma no podrá
aspirar a otro tipo de empleo.
Ahora lo tengo otra vez en casa,
su padre y yo intentamos ayudarlo pagándole un curso de alemán, pero claro,
ahora con la situación económica que tenemos, todos son gastos.
Estoy feliz de tenerlo otra vez conmigo. Lo pasé muy mal, cuando dijo que se marchaba fuera de España. Que injusto se ha vuelto todo.
Chicos jóvenes que se ven obligados a emigrar para intentar tener un futuro.
Hemos vuelto a lo de antes, a lo malo de lo de antes.
Rodrigo es muy parecido a mí,
sino fuera porque es un hombre seríamos iguales. Tuvo claro desde siempre que
quería estudiar. Hizo ingeniería técnica. Al principio, su futuro era
prometedor. Estuvo trabajando unos años en una gran empresa, ganando un buen
sueldo que le permitió entre otras cosas, comprarse un apartamento en pleno centro
de Málaga, siempre fue su ilusión. Lo que ocurre es que, ya no le pagan lo
mismo y ha tenido que alquilar el apartamento para poder pagar la hipoteca. No
entera, los alquileres también han bajado, pero al menos una parte. Lo tengo en
casa intentando recuperarse económicamente un poco. Rodrigo es un ser especial,
aunque es mi hijo, creo que me queda mucho que aprender sobre él. Es muy
reservado, y en ocasiones me es muy complicado llegar hasta él, aunque por
supuesto lo sigo intentando.
Y que contar de Sofía. Solo tiene
21 años, una edad muy difícil, difícil para ella y sobre todo para la gente que
la rodea. Antes, todo era más sencillo,
hasta hace no mucho éramos como dos buenas amigas. Hemos hablado sobre todo y
de todos, nos hemos reído y llorado juntas y ahora no hacemos más que
gritarnos. La encuentro perdida, y aunque creo que ella es consciente de esto,
no quiere nuestra ayuda. Su círculo de amigas, tampoco ayudan demasiado, una de
ellas, es una tal Rocío. De edad parecida a la de mi hija, no tiene ningún tipo
de pretensión en la vida con lo que su influencia no será positiva para mi Sofía. Quizás si intentara acercarme a esta chica, consiguiera entender más a mi hija. Ya veremos.
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