Caí en la cuenta esta mañana que comencé
el relato de mi vida sin presentarme. Mi
nombre es Susana Díaz, tengo 50 y...
Estoy casada desde hace muchos
años, más de los que recuerdo, con mi marido Alfredo. Bueno, sí que lo recuerdo
perfectamente, 34 años. Nos casamos muy jóvenes, yo, solo tenía 19 y lo hicimos, no por lo que se nos avecinaba,
sino porque realmente lo sentíamos así. Cierto es que la presión por tomar
aquella decisión fue enorme, tanto por los padres de él como por los mío,
embarazada con solo 19 años. Había que formalizar aquella unión antes del nacimiento
de nuestro hijo. Pero lo hicimos porque nos amábamos, teníamos claro que
queríamos pasar el resto de nuestra vida juntos. Ya sé que suena cursi, pero lo
sentíamos así.
Al poco tiempo de hacerlo,
ocurrió algo que nos marcaría de por vida. Mi bebé, no llegó a nacer. De
madrugada empecé a sangrar y de ahí a perderlo, solo transcurrieron horas. Aún
hoy lo recuerdo, y siento un escalofrío que me recorre todo el cuerpo. Casi
nunca hablamos del tema, nos duele demasiado, pero es un asunto doloroso,
latente en nuestras vidas.
Contando ya con 22 años, volví a
quedarme en estado. En mí se produjo entonces una mezcla de emociones. Por un
lado la ilusión de ser mamá por primera vez, se enturbiaba con el miedo a
perderlo, o mejor dicho, perderlos. Eran dos seres los que crecían en mi interior. A pesar de mis miedos, vinieron
al mundo sin ningún tipo de problemas. Rodrigo y Fernando los dos grandes
amores de mi vida junto con mi hija Sofía que llegó cuando tenía 32 años. Ya sé
que suena a tópico, pero es real. Mis hijos lo son todo para mí, ellos le dan
sentido a mi vida, por ellos me levanto cada día. Y es por ellos, por los que
tengo que encontrar una salida a esta situación tan complicada en la que nos
encontramos.
Alfredo llevaba toda la vida
trabajando en la misma empresa. Es camionero, le apasiona su trabajo. Tanto es
así que el camión que conduce es nuestro. Hipotecamos nuestra vida para
comprarlo, y hasta ahora, las cosas nos
han ido bastante bien.
Pero esta maldita crisis, nos ha
tocado de lleno, hace ahora 3 meses, la empresa en la que trabajaba tuvo que
cerrar. No culpo a los dueños de lo sucedido, son como de la familia,
aguantaron todo lo que pudieron, pero al final las deudas, les obligaron a
tomar una terrible decisión. Está
abatido, apenas duerme, lleva toda la vida manteniendo a esta familia y por
primera vez, no tiene trabajo. Intento animarlo, pero empezó inmediatamente a
buscar otra cosa, y no nos engañemos, el mercado laboral para una persona de la
edad de mi marido es todavía más complicado que para cualquier otra persona.
Pero todo se arreglará. Por lo pronto he empezado a buscar trabajo.
Estoy muy ilusionada con mi búsqueda de empleo. Pero ese, es otro capítulo.
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