Ayer, 8 de Marzo, se celebró a
nivel internacional el día de la Mujer Trabajadora con globitos rosas y
morados y mucha palabrería en internet. Me han bombardeado sin piedad
con frases "motivadoras" y halagos variados, la mayoría más falsos que
un duro de madera, y seguirán haciéndolo las próximas semanas según la
gente comparta, recomparta y vuelva a compartir las cosas hasta que a
todas nos entren ganas de prenderle fuego a la pantalla del ordenador (o
a la tablet, es indiferente...).
Hace
ya bastantes años leí un artículo de Maruja Torres en el que decía que
celebrar el día de la Mujer Trabajadora era como celebrar el día del
Chino Amarillo: una redundancia. Decía no conocer a ninguna mujer que no
trabajara. Y hoy, en el año 2015 y por lo menos casi 20 años después de
ese artículo (no recuerdo la fecha, pero fue hace un porrón) sigue
exactamente igual. Seguimos soportando la mayor carga de trabajo dentro
de casa y seguimos diciendo que nuestros maridos- novios- compañeros nos
"ayudan" mucho. ¿Ayudar? COMPARTIR, señoras. Hay que
compartir las tareas al 50%. Pero el tiempo pasa y nuestros compañeros
de vida siguen diciendo eso de "TE he fregado los platos", "TE he
tendido la ropa", "TE he recogido el salón"... ¿es que los platos son
sólo míos? ¿en la lavadora sólo estaba mi ropa, no la tuya también?
acaso la casa, los hijos, la ropa, los platos, ¿no son tuyos también? Y
lo aceptamos, aceptamos que ellos sigan "ayudándonos" y los educamos
para que "ayuden", no para que compartan. Nosotras hemos tenido que
salir del ámbito del hogar para trabajar también fuera y traer a casa un
salario que permita a la familia salir adelante, y a cambio ellos
siguen (ojo, no todos) con los güebos en el sofá viendo el fútbol,
aunque el niño se esté comiendo la comida del perro, la ropa lleve tres
días en la lavadora y huela a moho, los platos sucios estén haciendo
botellón en el fregadero y nosotras lleguemos a casa reventadas después
de trabajar ocho horas fuera de casa- exactamente igual que ellos- con
los pelos tiesos para que ellos nos pregunten qué hay de cenar.
La lucha debe empezar en casa.
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